En poco tiempo dos caras fueron reveladas al mundo por los periódicos... una, sin pasamontañas, del subcomandante Marcos, y otra del poeta Arthur Rimbaud sin sus alas de albatros. Dos figuras que nos recuerdan que, lejos de sus rasgos, son sus palabras manejadas como armas que dieron su brillo a estas estrellas.
Hace unos días, la prensa francesa reveló una foto inédita de Arthur Rimbaud. Dicha fotografía da a conocer la cara adulta del poeta, del cual solamente conocíamos hasta la fecha el rostro adolescente, fijado para la posteridad por Etienne Carjat. Jacques Desse y Alban Caussé, dos libreros apasionados, encontraron esa fotografía con varias otras en una de las ventas de garage que proliferan en las aldeas de Francia. Lo que llamó la atención de los dos compadres era una nota escrita atrás de la antigua foto: “Hôtel de l'Univers” (Hotel del Universo)... Hotel en el cual vivió Rimbaud cuando se estableció en Adén, Yemen, en los años 1880. “Se veía este tipo con ojos claros, que parece un extraterrestre en medio de los demás, un poco como si estaba ahí y, en el mismo tiempo en otro lugar”, contó Jacques Desse a los reporteros. Encontraron la fotografía hace dos años. Dos años durante los cuales, junto con especialistas del poeta y con técnicos, trataron de autentificar la imagen... antes de presentarla al público.
En 1880, Arthur Rimbaud había dejado la pluma y sus “suelas de viento” le habían llevado a África. Nacido en 1854, el poeta logró su plenitud poética a los 17 años, es decir, en 1871, año de la Commune de Paris. El joven rebelde se fugó varias veces del domicilio familiar, en Charleville... solo o en compañía del “hada verde”(1). Soñaba con llegar a París. Lo logró en febrero de 1871, poco antes del episodio revolucionario. Francia estaba en guerra y sus ideales republicanos el joven poeta los puso en el famoso “Le dormeur du Val”. Durante su estancia en París, Rimbaud trató de encontrar a escritores con compromisos revolucionarios, como Jules Vallès. Nadie puede decir si Rimbaud estuvo en París en algún momento de la Comuna, pero es obvio que para varios de sus versos, remojó su pluma en la sangre del pueblo revolucionario de París. La semaine sanglante (la semana sangrienta), durante la cual el gobierno francés fusiló a muchos de los revolucionarios, radicalizó más aún la poesía de Rimbaud, que no dejó de denunciar a los vencedores y a la iglesia.
Luego empezó a juntarse con Paul Verlaine y a introducirse en el medio artístico parisino. Pero al principio de 1872, las provocaciones de Rimbaud exasperaban a sus nuevos amigos. Regresó a Charleville y dio idas y vueltas entre la casa familiar y París... En julio del mismo año, Rimbaud y Verlaine se marcharon y empezaron una relación amorosa que los llevará entre Londres y Bruselas. Se acabó el año siguiente en la capital belga: Verlaine disparó a su amante y lo hirió. Rimbaud regresó con su familia y, antes de dejar definitivamente la poesía en 1875, regaló al mundo Une saison en enfer (Una temporada en infierno) e Illuminations (Iluminaciones). Se callará pues, a los 21 años… porque ha cumplido todo lo que pudo en “el desierto y la noche” que lo rodeaba. Había entendido que la poesía no podía cambiar el mundo sin una revolución liberadora.
Recogió entonces a Europa y se fue hasta Indonesia. A partir de 1880, Rimbaud, a quien “sus alas de gigante”, las del Albatros de Baudelaire (2), no servían más en el suelo de los hombres, llegó a África, en países que harían soñar cualquier otro hombre pero que a Rimbaud no le quitaron el aburrimiento. Llegó a Adén y trabajó como manobrero y luego empleado de la Agencia Bardey. Posteriormente se fue a Harar y se volvió mercader cuentapropista... y traficante de armas.
En la foto inédita de Rimbaud, se ve también Jules Suel (con el traje de cuadros), dueño del “Universo”. Fue el que co-financió la expedición de Rimbaud entre Tadjoura y el reino de Menelik. En 1886 el ex-poeta y neo-traficante logró llevar una caravana de armas al futuro rey de Etiopía. El viaje, que debía ser de unas semanas, duró más de cuatro meses. Pudo haberle parecido a Rimbaud una “temporada en infierno”, en medio de una tierra de las más inhóspitas del mundo, poblada por tribus hostiles que habían masacrado a la caravana anterior.
Rimbaud pasó los cincos últimos años de su vida aburriéndose entre pequeños tráficos en lugar de grandes desvíos de palabras, cuentas en lugar de cuentos, embrutecimiento en lugar de embellecimiento. Murió en 1891, el 10 de noviembre en Marsella, amputado de la pierna por un carcinoma en la rodilla. La muerte del hombre olvidado permitió el nacimiento del mito de uno de los famosos poetas malditos.
La fotografía inédita de Rimbaud hizo correr ríos de tinta en Francia. Muchos franceses corrieron a verla en la muestra literaria que la acogió en París. Como si la cara adulta del poeta pudiera explicar algo... Como si, a los que encuentran la rabia que sienten correr en sus venas en los versos de Rimbaud les importaría ver detrás de este pasamontañas tejido de palabras.
Por casualidad, unos días antes, los periódicos, los de México como los de Francia, dieron a conocer la cara del subcomandante Marcos sin su famoso pasamontañas. La supuesta foto del líder del EZLN parece interesar más a los reporteros del mundo que las actividades de los zapatistas en este año del centenario de la Revolución Mexicana. Como si el rostro escondido detrás del pasamontañas del portavoz de los indígenas de Chiapas pudiera tener otros rasgos que los de todos los inconformados del mundo... actual como del pasado y del futuro.
Marcos, como Rimbaud, remoja su pluma en los ríos de sangre de su pueblo. No el Sena enrojecido por la semana sangrienta sino los ríos que recorren a América Latina como venas abiertas de un continente indígena harto por 500 años de oscurantismo. Como las palabras de Rimbaud, las de Marcos nacen del desierto, el de las prédicas de Lautréamont(3), para iluminar a esa tan larga noche. Noche que todavía nos rodea con sus estrellas que los de arriba esperan hacer palidecer apuntando las luces del show en estas figuras... Pero nunca las podrán apagar porque, aún muertas, las estrellas siguen señalando el camino hasta el amanecer.
1: Apodo del absenta.
2: Charles Baudelaire, poeta francés (1821 – 1867), autor del Albatros.
3: Conde de Lautréamont, poeta francés (1846 – 1870), autor de Los cantos de Maldoror.
Photo: Rimbaud (2e à droite) devant l'hôtel de l'univers à Aden, dans les années 1880.
Article publié dans Caja de Arena, supplément culturel du quotidien mexicain Pagina24, le dimanche 9 mai 2010.
